LIBERTAD DE INSERCIÓN

El 7 de junio de 1952 se instauró en México una celebración sui generis, por llamarle de modo amable. A instancias de la Cadena García Valseca (hoy Organización Editorial Mexicana), los editores y directores de periódicos del país crearon el “Día de la Libertad de Prensa”.
Contradictoriamente, con este acto los dueños de los medios no refrendaban independencia de criterio ni defendían el derecho a la libertad de expresión consagrado en la Constitución. No. Desde su origen, se trató de un evento cortesano para rendirle pleitesía al Presidente de la República en turno, y en los estados, a los gobernadores.
El “Día de la Libertad de Prensa” se celebraba con un desayuno o comida entre la clase gobernante y los dueños de los medios, al que también se invitaba a los reporteros de a pie. Ahí, con voz engolada y “llena de emoción”, el político reafirmaba su “compromiso irrestricto con la libertad de expresión” y su “respeto absoluto al quehacer periodístico”, mientras a punto de las lágrimas los empresarios mediáticos agradecían la “graciosa concesión” de permitirles la “libertad” de publicar.
Además, el gobernante en turno aprovechaba para entregar el Premio Nacional de Periodismo, en sus distintas categorías, a los periodistas que el mismo gobierno escogía dárselo. ¿Acaso había otra manera?
Este ritual se llevó a cabo de manera ininterrumpida hasta finales de la década de los 90 del siglo pasado, cuando la nueva realidad política y periodística del país hizo anacrónica esta “celebración”, pues el periodismo, el verdadero, tiene su razón de ser en la crítica de las pifias del poder y en la denuncia de sus abusos, no en su ensalzamiento.
En cambio, comenzó a conmemorarse el Día de la Libertad de Expresión el 3 de mayo, como ya se hacía internacionalmente desde 1993, cuando fue proclamado como tal por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Pero en las entidades federativas mexicanas el tiempo parece haberse detenido y que siguiéramos en 1952. El ritual permanece intacto, o con variantes como la rifa de automóviles, electrodomésticos, equipos de comunicación e insumos varios entre el gremio reporteril, que a cambio debe aplaudir estruendosamente los discursos con voz engolada y “llena de emoción” del “generoso” gobernante que le da los regalos.
La libertad de expresión es un derecho constitucional que se ha ganado y defendido con sangre, no un regalo o concesión de político alguno. Lo que en realidad celebran el 7 de junio la mayoría de los dueños de los medios, sin duda, es la libertad, sí, pero de inserción. Ésa, sí que les gusta.

Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras

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