DEBATES INSÍPIDOS

Se supone que la idea de convocar a debates políticos es conocer de manera directa las propuestas de los candidatos a un cargo de elección popular, para contrastarlas y a partir de eso normar criterio para definir el sentido del voto.
Y decimos que “se supone”, porque desde que se instauraron en México, durante la campaña presidencial de 1994, los debates han sido usados como una estrategia político-electoral más, en la que se denuesta al adversario y se intenta salir lo menos raspado posible de los ataques que vienen de vuelta.
Con todo, es un ejercicio saludable para sacar a los candidatos de sus ambientes controlados, como suelen ser los mítines, y enfrentarlos a cuestionamientos sobre su proceder público o la viabilidad de lo que dicen que van a hacer si los “favorece” el voto de los ciudadanos.
Precisamente por eso, son un arma de doble filo. Una mala actuación en un debate puede derribar al candidato puntero y levantar a los que lo persiguen; y viceversa. Y también por eso, quienes van adelante en las encuestas evitan hasta donde pueden enfrentarse a sus rivales en el “ring” de los debates. Un error o un “pecadillo” que salga a la luz, puede significar el fin.
En Veracruz acabamos de iniciar el periodo de debates formales, organizados por el Instituto Electoral Veracruzano, entre los candidatos a las alcaldías y diputaciones. Con todas las características y defectos antes descritos. Desde los candidatos que no se dignaron a acudir a presentar sus propuestas (no fueran a “regar el tepache”), hasta los que intentaron utilizar esa tribuna para “descontar” a la competencia.
Empero, la trascendencia de los mismos fue ínfima. El hecho de que su transmisión fuera sólo por Internet, a través de la página Web del Instituto Electoral Veracruzano, limitó a su mínima expresión su difusión. El público en general ni enteró. Caso diferente de los debates organizados por la XEU, la radiodifusora más importante de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, y que sí tuvieron una gran audiencia, tanto por aire como por Internet.
Lo que sí fue un común denominador es lo que ya sabíamos. Las propuestas de los candidatos son pobres (“yo soy la mejor opción”), generales (“yo sí voy a resolver los grandes problemas de la ciudad”), llenas de lugares comunes (“ya no más corrupción”).
No hay sustancia, sólo arengas, descalificaciones y promesas, de ésas que, como dice Joaquín Sabina, son las mejores: las que no hay que cumplir.
Estamos a menos de tres semanas de las elecciones. Los candidatos sólo convencen a su voto duro y a sus panegiristas. Con razón le tienen tanto miedo a Morris.

Twitter: @yeyocontreras


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