LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS: UN DEBATE A MEDIAS

El consumo de sustancias enervantes es tan viejo como el ser humano mismo. En los relatos de las civilizaciones de la antigüedad se da cuenta de cómo los chamanes, gurús y sacerdotes de los distintos pueblos originarios ascendían a “estados místicos” como resultado del empleo de yerbas que causaban precisamente ese efecto. No es, pues, un tema nuevo.
Esto viene a colación por el debate que sobre legalizar o no la marihuana a últimas fechas ha arreciado en varios países, y en particular en México, con el objetivo de reducir la violencia del narcotráfico, así como controlar el mercado y su consumo entre la población.
Dicho debate se ha visto envuelto en una serie de lugares comunes, verdades a medias y frivolidades que le han restado seriedad, al parecer con toda la intención de que así sea.
Por un lado, ex presidentes latinoamericanos que durante sus mandatos no hicieron nada en ese sentido, ahora pugnan por la legalización, como el locuaz Vicente Fox, a quien, por cierto, durante su sexenio se le señaló como consumidor de Prozac, aunque él lo negase en una entrevista con el periodista Jorge Ramos.
En el otro lado de la moneda se encuentran quienes como el actual presidente Enrique Peña Nieto, la jerarquía católica y los grupos más conservadores se oponen terminantemente a que se vuelva legal la venta y consumo de enervantes, aduciendo más razones de “moral” y “buenas costumbres” que de salud pública.
En medio, están quienes defienden el derecho a que una persona mayor de edad tenga libertad de decidir si quiere ingerir algún psicotrópico, tal como lo hace con sustancias legales como el alcohol o el tabaco. Y a un lado, quienes por esta defensa y en tono burlón, acusan a aquellos de seguramente ser “mariguanos” o drogadictos.
De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Adicciones, que data de 2011, durante la pasada década el consumo de drogas se duplicó en México, pasando de 0.8 a 1.5 por ciento en un rango de edad entre los 12 y 65 años, con una prevalencia en los hombres de 2.6 por ciento a nivel nacional y de 2.9 por ciento en las zonas urbanas.
¿Qué quiere decir esto? Que la estrategia de persecución legal y estigmatización social no ha inhibido ni frenado la demanda. Por el contrario, ésta ha aumentado. Y como lo dicta el principio básico de la economía, al haber demanda, hay oferta, la cual tampoco ha descendido a pesar de la “guerra” contra el narcotráfico emprendida desde hace siete años, y que ha causado más muertes en México que todas las adicciones juntas.
A ello hay que agregar que en Estados Unidos, el principal mercado mundial de las drogas y destino de la mayoría de los cargamentos que pasan por México, el consumo también ha aumentado. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y la Salud de la Administración de Servicios de Abusos de Sustancias y Salud Mental, en 2011 unas 22.5 millones de personas de 12 años de edad o más, usaron alguna droga ilícita o tomaron indiscriminadamente medicamentos psicoterapéuticos, como analgésicos, estimulantes o tranquilizantes, tan sólo en el mes anterior a la encuesta.
Todo esto demuestra que la estrategia policiaco-militar contra el uso de drogas ha fracasado, y que es necesario replantearla como un asunto de salud que requiere de otros métodos para su atención.
Para quien esto escribe, la legalización sí debe ser el camino para frenar la violencia del narco y terminar con el negocio millonario que implica la prohibición. Como sucede con las drogas “lícitas”, como el alcohol y el tabaco, que las personas mayores de edad que deseen consumir enervantes tengan la libertad de hacerlo, y que la enorme cantidad de dinero que se invierte en el combate vía militar, se destine a campañas de salud y sobre de todo de educación, que dejen claros los riesgos de las adicciones, cualesquiera que sean. Además, la legalización debe ser pareja, para todas las drogas, no sólo la marihuana. Si no, no servirá de nada.
El argumento de que si las drogas se vuelven legales estarán al alcance de todos es falaz. Ya están al alcance de todos. ¿Qué son dañinas para la salud? Por supuesto, como lo son las drogas hoy permitidas. Pero prohibirlas no es la solución, menos aún cuando en otros países como el mismo Estados Unidos, paulatinamente se aprueba el uso de estas sustancias.
Hay que abrir el debate. Porque lo peor que nos puede pasar es quedarnos como estamos.


Twitter: @yeyocontreras

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