TIEMPO DE CÍNICOS
Fotografía: Alberto Delgado |
Tradicionalmente,
al último año de administración de cualquier gobernante en México se le llama, dentro
de la picaresca popular, el “año de Hidalgo”, porque “pendejo el que deje
algo”.
Tanto
en los tiempos de hegemonía del partido único como en los de la alternancia,
sin distinción de partidos, este aforismo ha encontrado sustento en la conducta
de los gobernantes, que en sus últimos meses de poder arrasaban con sus
administraciones, endeudándolas, rematando sus bienes y autoconcediéndose, para
sí y sus cercanos, canonjías y privilegios como millonarios “bonos de marcha”
por los “servicios prestados”.
El
descaro con que la clase política se ha servido de los recursos que se les
encomendó administrar ha llevado a que se establezcan “candados” para el
endeudamiento público, así como mecanismos e instituciones fiscalizadoras del
erario. Empero, de poco ha servido. La corrupción y la impunidad siguen siendo
los más graves problemas que aquejan al país, de los cuales se desprenden todos
los demás.
Si
hay una administración gubernamental que encarna todos los vicios de la más
grotesca corrupción es, como se ha dicho y publicado profusamente, la que
encabeza Javier Duarte de Ochoa. El saqueo a las finanzas del estado es público
y más que conocido.
Pero
a pesar de todos los señalamientos, de las denuncias públicas y penales que se
han presentado, la actitud del grupo gobernante del estado no ha variado ni un
ápice. Continúa disponiendo del patrimonio del estado como si fuera de su
propiedad, ya en un ánimo más de venganza contra la población y para entorpecer
lo más posible al gobierno que entrará en funciones el 1 de diciembre.
Las
más recientes afrentas de Javier Duarte a los veracruzanos son la pretensión de
regalar terrenos e inmuebles públicos a particulares para saldar deudas y
compromisos, a través de una solicitud de enajenamiento gratuito que se envió
al Congreso del Estado. Una puesta a remate del patrimonio del estado.
Para
lograr ésta y otras de sus anteriores acometidas, Duarte de Ochoa ha contado
con un Congreso local servil que le aprueba en automático cualquier iniciativa,
por más lesiva que ésta sea. De la reducción a dos años del próximo periodo de
gobierno al endeudamiento desmedido, de la reforma a la Ley de Pensiones a la
reforma antiaborto, la LXIII Legislatura se ha reducido a sí misma a ser una
lastimosa oficialía de partes del Ejecutivo estatal.
No
ha sido gratis. Al jefe la bancada priista, Juan Nicolás Callejas, le han
mantenido sus privilegios como líder magisterial vitalicio, le regalaron una
diputación local a su hijo e incluso amaga con buscar la dirigencia estatal del
PRI. O está el caso de la diputada suplente priista Belén Fernández del Puerto,
a quien le acaban de otorgar una patente para ejercer el notariado a pesar de
que en un primer intento reprobó el examen para acceder a la misma e
ilegalmente le dieron una “segunda oportunidad”, pisoteando al Colegio de
Notarios del Estado y su normatividad.
Toda
la podredumbre acumulada los últimos años en Veracruz por el fide-duartismo
provocó el hartazgo y el rechazo de los veracruzanos, que se expresaron en las
urnas con el voto por la alternancia política el pasado 5 de junio.
Por
ello es verdaderamente grave la señal que manda el gobernador electo Miguel
Ángel Yunes Linares al “darle cancha” durante uno de los foros de consulta del
Plan Veracruzano de Desarrollo a los García Escalante: el alcalde de Pánuco,
Ricardo García Escalante, su hermano el diputado electo Rodrigo (ambos
cobijados por el Partido Verde), y a su padre, el contralor del gobierno de
Javier Duarte de Ochoa, Ricardo García Guzmán.
Sí.
Se trata del mismo Ricardo García Guzmán que hace poco más de un año aseguró
que se habían solventado todas las observaciones que la Auditoría Superior de
la Federación le hizo al gobierno de Veracruz. El mismo que hace pocos meses
rechazó en medios nacionales que la administración a la que sirve hubiera
otorgado contratos a empresas “fantasma”. Aseveraciones ambas que se ha demostrado
son falsas.
La
renovación de la vieja alianza entre Yunes Linares y García Guzmán no es signo de
que de verdad se pretenda hacer justicia y aplicar la ley a los defraudadores
de Veracruz. Al menos, no a todos.
Sigue
siendo un tiempo de cínicos.
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
Comentarios
Publicar un comentario