SETENTA DÍAS
Fotografía: Cuartoscuro |
Hace
seis años, nadie se hubiera podido imaginar un fin de sexenio como el que vive
en estos momentos la población del estado de Veracruz.
Abandonados
a su suerte, indefensos ante la oleada de violencia más salvaje de la que se
tenga memoria en el pasado reciente, los veracruzanos ya no saben, ya no
sabemos, a quién recurrir para detener la barbarie que azota a la entidad en
todos los frentes, en todo el territorio.
A
riesgo de una no gratuita reiteración, de norte a sur de la entidad lo que
priva es una muy peligrosa ausencia de autoridad, por omisión de un gobierno
estatal al que ya no le importa nada más que salvar el pellejo, gobiernos
municipales que por incapacidad o complicidad dejan hacer y pasar a la
delincuencia, y una administración federal abúlica, indolente e insensible, que
está más preocupada por…quién sabe qué.
Nada
en el estado funciona adecuadamente. Pero entre todos los problemas que
arrastra Veracruz, el de la violencia incontenible es el mayor de todos. El
vacío dejado por un gobierno estatal en funciones que no funciona para nada, ha
propiciado la ganancia de los criminales en medio del río revuelto de la
inseguridad.
Y
no es que las fuerzas encargadas de la seguridad pública estén desarticuladas o
dispersas. Es claro que cuando algún suceso o personaje es del interés del
gobierno, actúan. El problema es que al gobierno de Javier Duarte cada vez le
interesan menos cosas que no sea su inútil defensa por las acusaciones de corrupción
en todos los niveles que no dejan de brotar por todos lados.
Los
más recientes episodios de violencia en Orizaba, Poza Rica, Coatzacoalcos y
Cosoleacaque exhiben a Veracruz en la verdadera condición en que se encuentra
desde hace un tiempo: un estado fallido, donde cualquiera asesina, secuestra,
roba y agrede a una población desamparada, sin importar en qué región del
estado se encuentre. Nadie está a salvo.
Tanto
así, que un sector que generalmente es intocado, como el eclesiástico, también tuvo
que encarar la violencia asesina de frente, con el caso de los clérigos
secuestrados y ejecutados en Poza Rica este lunes. Y en una macabra ironía, con
todo el sello de la casa, también les tocó ser criminalizados como primer
“línea de investigación” de las autoridades ministeriales, que han hecho lo
mismo en ocasiones anteriores con periodistas, con jóvenes. Con cualquiera.
Por
ello no es gratuito que en muchas ciudades veracruzanas sus habitantes se estén
armando y organizando para defenderse por su propia cuenta, ya que no hay
autoridad a la cual acudir a solicitar auxilio. La nunca deseable justicia por
mano propia se alza, por principio de cuentas, como una última y desesperada
opción para sobrevivir en un escenario que cada día se descompone más, sin que
nadie tome cartas realmente en el asunto.
La
petición del gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares de que las fuerzas
federales tomen por completo el control de la seguridad en el estado tampoco parece
una solución. Experiencias como la de Michoacán, donde simplemente hubo cambio
de bandos al mando de la criminalidad cuando la Federación tomó las tareas
policiales, así lo demuestran.
Y
lo más preocupante, lo que más eriza la piel, lo peor de todo, es que todavía
le quedan 70 días a este infame gobierno. ¡Qué manera de destrozar un estado!
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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