VERACRUZ, UN CEMENTERIO DE PERIODISTAS
¿Podría a estas alturas sorprender a alguien la inmensa
mezquindad del gobierno de Javier Duarte? Realmente no. Su manera de
reaccionar, elusiva, falaz y desquiciante ante cualquier asunto que tenga que
ver con su responsabilidad se ha vuelto antológica.
Así que a nadie extraña que ante el más reciente
asesinato de un periodista veracruzano, a como dé lugar el gobierno duartista
busque darle la vuelta y cargarle a otros lo que le competería a sí mismo como
una obligación de primer orden, que es garantizar el ejercicio libre del
periodismo y proteger las libertades de expresión e información en el
territorio que dice gobernar.
Nada de eso está ya no digamos entre sus prioridades. Ni
siquiera les importa. Tras el asesinato de Armando Saldaña Morales, soltaron a
su jauría mediática para negarle hasta su vecindad veracruzana. Que el muerto
lo cargue Oaxaca, es la consigna.
Pero no tienen manera de esconder la realidad. Armando
Saldaña Morales, reportero de la estación de radio Ke Buena y del diario
Crónica de Tierra Blanca, entre varios otros medios con los que colaboraba, es
la nueva víctima de la violencia asesina que se desborda contra los periodistas
en Veracruz desde hace casi cinco años.
Y su caso es como el de la mayoría de los reporteros
asesinados en este sexenio: lo mataron por su labor informativa. Armando
Saldaña llevaba tiempo denunciando a las bandas de ladrones de combustible que
operan con absoluta impunidad en la Cuenca del Papaloapan y en todo el sur de
Veracruz, “negocio” que se combina con el del narcotráfico y los secuestros.
Armando, pues, trabajaba temas veracruzanos, en medios
veracruzanos, desde suelo veracruzano, pues tenía su residencia en Tezonapa,
Veracruz, ciudad donde su cuerpo fue velado este martes 5 de mayo. Pretender
desentenderse del crimen que le arrebató la vida sólo porque su cuerpo apareció
en Cosolapa, Oaxaca, es una vileza. Máxime porque a ambos municipios, el
veracruzano y el oaxaqueño, lo único que los separa, su frontera, es una calle.
Y las autoridades de ambos estados lo saben.
Pero prefieren “tirarse la bolita”. Como lo hicieron
también con Octavio Rojas Hernández, quien fuera corresponsal del diario El
Buen Tono y vocero del Ayuntamiento de Cosolapa, asesinado el 11 de agosto de
2014 y a quien por esa razón, la de desempeñar un cargo público al momento de
su homicidio, no se le incluye en el conteo de periodistas ultimados en
Veracruz.
Pero la numeralia, si bien es un macabro aunque eficaz
indicador de los niveles de violencia en contra de los periodistas en Veracruz
es, a fin de cuentas, lo de menos. Lo verdaderamente importante es que los
muertos aumentan y la situación no
cambia un ápice. El gobierno duartista permanece inmóvil, indiferente y hasta
complaciente con el hecho de que se masacre lentamente a los reporteros
veracruzanos.
La mejor muestra de ello es que mientras varios
comunicadores salieron a protestar en Xalapa en repudio al homicidio de Armando
Saldaña, para la Comisión Estatal de Protección y Atención a Periodistas fue
más importante emitir un boletín no condenando este crimen, sino convocando a su
segundo concurso estatal de reportaje. Y mientras eso sucedía, la secretaria
ejecutiva de ese organismo, Namiko Matzumoto, se llenaba la boca hablando de
derechos humanos y ensalzando a quien en realidad rinde cuentas, en uno de los
medios de comunicación de su propiedad.
Veracruz es el más grande cementerio de periodistas de
México y América. Y el de Armando Saldaña es el nuevo cadáver con el que deberá
cargar Javier Duarte el resto de sus días.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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