CANDIDATOS, NI A CUÁL IRLE
Fotografía: Cambio Digital |
A casi
un mes de que iniciaron las campañas de los candidatos a las diputaciones
federales, lo único claro que hay entre la mayoría de los electores es que no
saben cuál es el más malo de los candidatos.
Las
campañas no se ven en Veracruz. De por sí las elecciones federales intermedias
generan poca expectativa entre la población. Si a eso le sumamos que no hay
uniformidad en los mensajes y propuestas de los partidos y sus candidatos, y
que la escasez de recursos en la entidad pegó definitivamente a varios de los
abanderados, que no han podido hacer gala del derroche de recursos al que
acostumbran (no todos, hay que aclararlo), para el ciudadano de a pie es como
si no fuera temporada electoral.
Candidatos
grises y propuestas vagas han sido la constante. Sólo en contados distritos,
como los dos de Veracruz puerto, Orizaba y Córdoba, se siente una verdadera
competencia. Sólo que tampoco está fundada en ofrecimientos concretos o en una
agenda legislativa formal. La diatriba es la nota dominante.
Y esto
tiene, inevitablemente, un efecto: el hartazgo ciudadano, que lo único que
desea es que ya se acabe la temporada electoral para dejar atrás la tortura de
las simulaciones y las promesas que nunca se cumplen.
Ahí está
el quid de este tema. Por más dinero
que se derroche, por más malabares que hagan, los candidatos (con sus muy
honrosas y mínimas excepciones) no le dicen nada, no le representan nada a los
habitantes de este estado, que legislaturas y gobiernos van y vienen, y sólo
atestiguan el cinismo de una clase política trapecista, sin palabra, sin honor
y sin moral, que como sanguijuela succiona la sangre de su víctima, que en este
caso es la sociedad completa, hasta secarla.
Por eso
se plantea esta pregunta: ¿vale la pena votar? ¿Sirve para algo ir a las urnas
para legitimar la entronización de un miembro más de esta clase política
ramplona y saqueadora, sea del partido que sea? ¿Tiene sentido otorgarles ese
poder para que se vuelvan a acordar de sus electores hasta la siguiente
elección, cuando vuelvan a necesitar del sufragio?
En el
entendido de que el abstencionismo beneficia al partido con más dinero y
estructura, que en este caso es el Revolucionario Institucional, podría decirse
que sí vale la pena votar para evitar que vuelvan a perpetuarse en el gobierno
y el Congreso y demostrarles que sus actos sí tienen una consecuencia, quizás
la única que de verdad les duele: perder el poder.
Sin
embargo, al voltear a ver a los candidatos de los demás partidos, es cuando se
comprende la verdadera magnitud del drama. ¿Por quién votar? ¿Quién de los
candidatos opositores al PRI representa una verdadera opción? ¿Acaso un
candidato como el ex panista y “chapulín perredista” Julio Saldaña, por
ejemplo, representa algo mejor que sus oponentes?
Y así en
casi todos los casos, no hay ni a cuál irle. Ése es el verdadero dilema.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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