SILVA: VOCERO DE SÍ MISMO
Cuando llegó a la Coordinación de Comunicación Social del
Gobierno del Estado de Veracruz, Alberto Silva Ramos creó la expectativa de que
el trato y la relación con los medios de comunicación y con los periodistas mejorarían,
luego de que con su antecesora, Gina Domínguez, se habían desgastado al punto
del rompimiento.
Se suponía que también trabajaría para mejorar la imagen
del gobernador Javier Duarte de Ochoa, que tras el asesinato de Gregorio
Jiménez de la Cruz, el décimo reportero muerto con violencia durante el actual
sexenio, era (y no ha cambiado) la de un represor de periodistas y de la
libertad de expresión.
Silva Ramos venía de una breve estancia como titular de
la Secretaría de Desarrollo Social estatal, donde desde entonces trabajaba en
pos de su aspiración por ser candidato a la gubernatura en 2016. Antes, fue
presidente municipal de Tuxpan, cargo en el que gastó una fortuna en su
promoción personal, lo que derivó después en la gran deuda que le dejó al
Ayuntamiento, estimada en 259 millones de pesos por la calificadora financiera internacional Fitch Ratings, la cual señaló
que durante
su administración municipal se contrataron créditos superiores a la obra
pública que realmente se llevó a cabo, y calculó que durante su gestión, la
deuda de Tuxpan se incrementó en casi 80 por ciento.
Como es su costumbre, Alberto Silva pretendió deslindarse
de su responsabilidad, y al ser cuestionado sobre el tema –luego de que dejó a
medias su periodo en la alcaldía para “saltar” a la Secretaría de Desarrollo
Social estatal–, declaró que “es una deuda del Ayuntamiento, no es una deuda
mía”. Sólo le faltó decir, “que paguen los tuxpeños, yo ni vivo ahí”.
Una vez que de manera sorpresiva Javier Duarte lo colocó
en la Coordinación de Comunicación Social, Alberto Silva dejó ver con claridad
que su prioridad no era proteger la figura ni la investidura del Gobernador,
sino sólo bajar la presión de los dueños de los diferentes medios hacia el
gobierno, y sobre todo, usar la dependencia como trampolín para continuar
apuntalando su proyecto político y desde ahí, promover su imagen.
En los hechos, la difusión de los logros y acciones del
gobierno estatal se desvaneció frente al protagonismo de Alberto Silva, quien
investido de la vocería de la administración estatal dio mayor relevancia a la divulgación
de sus propios dichos que a las actividades del titular del Ejecutivo, a quien
además dejó “morir solo” en momentos complicados, como cuando se propagó a
través de las redes sociales el audio de la entrevista que el gobernador Duarte
concedió en presunto estado de ebriedad el pasado 16 de septiembre, o cuando
declaró que en Veracruz de lo único que se habla en materia de inseguridad es
de robo de “frutsis y pingüinos”.
Las consecuencias están a la vista. Las encuestas sobre
la popularidad de Duarte de Ochoa y la calificación al desempeño de su
gobierno, son reprobatorias, de pena, a tal grado que hay preocupación en el
PRI por la repercusión que esto pueda tener en las elecciones federales
intermedias del año que entra. Pero eso al “Cisne” le tiene sin cuidado.
Para Alberto Silva, la tarea de la comunicación social se
reduce a repartir dinero y convenios a los dueños de los medios de comunicación
para que éstos “hablen bien” del gobierno –y de él mismo, por supuesto–, y en pagar
plumas a sueldo para que lo mencionen como “el seguro próximo gobernador”, y ataquen
con infundios y diatribas a quienes considera adversarios, tanto políticos como
mediáticos.
Es en lo que está desde hace unos días. Furioso por la
repercusión y convocatoria que tuvo el informe de labores del senador José
Yunes Zorrilla –también aspirante a la gubernatura– en los medios y entre la
clase política, Silva mandó a sus amanuenses a hacer el trabajo de cañerías en
contra de todo lo que estuviera relacionado con el legislador federal. Incluso,
el mismo día del informe, ordenó a los trabajadores de la Coordinación de
Comunicación Social que colocaran en los medios cualquier cosa acerca de él,
para intentar contrarrestar, sin éxito, el impacto de ese evento.
Por esa razón decidió jugarse el todo por el todo, junto
con el grupo al que representa. El próximo 15 de noviembre, además de entregar
al Congreso del Estado su cuarto informe de gobierno, Javier Duarte presentará
su iniciativa de reforma política, que incluye la reducción del próximo periodo
gubernamental estatal en Veracruz a dos años, so pretexto de hacer concurrentes
las elecciones locales con las federales a partir de 2018.
Pero la verdadera intención es colocar a Silva como el
sucesor de Javier Duarte en ese periodo de dos años, lo que significaría la
continuidad del régimen político que ha hundido a Veracruz en la inseguridad,
la insolvencia financiera y la pérdida de oportunidades de desarrollo para la
población.
Concentrado en su personalísimo proyecto, Alberto Silva
mandó a sus textoservidores a decir que una vez reformada la Constitución local
para que la próxima gubernatura
sea de dos míseros años –en los que en Veracruz no se concretaría ningún plan
de desarrollo real–, él será “colocado” en el poder. Como si se tratara de una
sucesión dinástica y no de un sistema democrático en el que se convoca a
elecciones a la población, a la cual, con esto, le muestran abiertamente su
desprecio.
Alberto Silva dejará a fin de año la coordinación de
Comunicación Social para buscar la diputación federal por Tuxpan, para lo cual
es previsible que cuente con una cauda ilimitada de recursos que le serán
dotados desde el gobierno estatal. Después se apuntará para la sucesión en
2016. Porque su único interés, es él mismo. ¿Veracruz? Eso qué.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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