GREMIO DIVIDIDO
En
la víspera del llamado día de la “libertad de expresión”, que desde el sexenio
del presidente Miguel Alemán Valdés se “celebra” en México como una forma de
“agradecer” al poder que “permita” a los medios informar, vale la pena hacer
hincapié en otra de las causas que mantienen al gremio periodístico de este
país en estado de vulnerabilidad e indefensión ante las agresiones de la clase
política y los criminales.
Porque
si bien la tarea de informar con seriedad, honestidad y verticalidad hoy en día
pareciera una tarea suicida en México, no es sólo porque a los políticos les
cauce rabia que se diga la verdad sobre sus tropelías y corruptelas, o porque a
los delincuentes les entorpezca alguno de sus “negocios”. En buena medida, es
culpa de nosotros mismos, de quienes trabajamos en los medios.
Y
lo es porque somos un gremio dividido, caníbal, que nunca ha atinado a unirse para
defenderse ya no digamos de los ataques externos. Ni siquiera para defender
nuestros derechos humanos y laborales.
Si
un periodista opta por el camino de la crítica como línea editorial y
profesional, los dueños del poder usan a otros periodistas para tundirlo con
calumnias y diatribas, aunque esos mismos amanuenses alguna vez hayan
solicitado la solidaridad de sus pares cuando estuvieron en una situación
similar. No hay memoria, y menos cuando lo que está de por medio es dinero.
El
ego nos devora y nos vuelve incapaces de reconocer el talento de otro compañero
si no es nuestro amigo o si no comparte los mismos puntos de vista que
nosotros, los que “sí sabemos de esto”, tenemos.
A
su vez, los “paladines” del “buen periodismo”, aquellos que se sienten
iluminados e impolutos, los “poseedores de la verdad”, también fustigan y
discriminan a quien no piensa o lleva su vida personal como ellos creen que
debe llevarla, o a quien no comparte sus posiciones ideológicas y políticas, lo
que no sólo es una falta de respeto, sino una absoluta incongruencia.
Lo
peor de todo es la indiferencia, la indolencia y hasta la burla de muchos cuando
un compañero es agredido, difamado e incluso muerto. “Seguro se lo buscó”,
“quién sabe en qué andaría metido”, “andaba en malas compañías”, “para qué se
mete en esos temas”, “debió ser alguna pelea de borrachos”, “esos que marchan
son una bola de pinches revoltosos”, son algunas de las frases que se han
proferido tan sólo en los últimos años para descalificar a quienes han sido
víctimas de ataques y a su vez defender y justificar a los políticos
sospechosos de estar detrás de las agresiones.
¿Que
los periodistas cometemos excesos y errores? Por supuesto, somos seres humanos
como todos los demás. Pero somos muchas veces también la parte más delgada del
hilo, donde éste termina rompiéndose.
Personalmente
no creo que haya nada que celebrar este 7 de junio. En Veracruz la libertad de
expresión sigue acotada y bajo amenaza. Las condiciones para ejercer el
periodismo no han mejorado un ápice. Los salarios son de hambre y los peligros
enormes. El riesgo sigue ahí, como en el resto del país.
No
se trata de hacer un martirologio y victimizarse. Esto simplemente es una
reflexión sobre una tremenda carencia que lacera a un gremio que, a pesar de
todo, cumple con una función social de vital importancia. Sin el trabajo de los
periodistas, la sociedad estaría a merced de los poderosos sin escrúpulos. Sin
nadie que vigilara y señalara los excesos de las autoridades, los políticos y
los delincuentes, no habría siquiera democracia que defender.
Mientras
quienes ejercemos la hermosa profesión de informar no entendamos que desunidos
somos vulnerables, que la división fortalece a quienes quisieran que se
acallara toda crítica, no podremos aspirar a que esta situación cambie.
Seguiremos cada quién por su lado, sobreviviendo como se pueda.
Sin
embargo, si volviera a nacer, volvería a ser periodista. Ni duda cabe.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
Comentarios
Publicar un comentario