LA OTRA VIOLENCIA CONTRA LOS PERIODISTAS
Fotografía: tomada de redes sociales |
La violencia física, asesina, que impunemente
ha cobrado la vida de decenas de periodistas en México en los últimos 20 años,
no es la única que se padece en la brega diaria de los trabajadores de la
información.
Hay una violencia que pareciera incluso
inherente a la labor de los reporteros, con la cual se acostumbran a malvivir e
incluso a algunos les sirve de razón –o pretexto- para corromperse: la que las
mismas empresas de comunicación ejercen en su contra, mediante el pago de
sueldos miserables, sin prestaciones ni seguridad social o laboral, y hasta
alentándolos a recibir sobornos de parte de autoridades y políticos como forma
de “reembolso” por sus servicios.
El caso de Jorge Celestino Ruiz Vázquez, periodista
asesinado en Actopan el pasado viernes 2 de agosto, es un ejemplo atroz de esta
otra tragedia cotidiana, propiciada y mantenida por empresarios sin escrúpulos
que mientras se dan vida de reyes, les piden a sus empleados, literalmente, que
salgan a robar.
Celestino Ruiz no recibía un sueldo por su
trabajo como corresponsal del diario Gráfico de Xalapa en el municipio de
Actopan. Lo único que este medio le pagaba era una comisión por cada ejemplar
del periódico que él mismo tenía que vender, por la miserable suma de ¡un peso!
Eso no es lo peor. De acuerdo con lo expuesto
al reportero Miguel Ángel Carmona por el secretario ejecutivo de la Comisión
Estatal de Atención y Protección a Periodistas de Veracruz, Jorge Morales Vázquez,
a raíz de las primeras agresiones que sufrió Celestino Ruiz tras las notas
críticas al presidente municipal panista de Actopan, Paulino Domínguez
–principal sospechoso de la autoría intelectual de su homicidio-, el dueño del
diario para el que trabajaba, José Luis Poceros, le pidió que aceptara, sin
más, un “chayote” –como se le llama al soborno en el argot periodístico- de
diez mil pesos ofrecido abiertamente por el munícipe.
Ello, a condición de que el reportero retirase
las denuncias que presentó en octubre y noviembre del año pasado en contra de
Paulino Domínguez y otros cuatro ediles, quienes lo amenazaron y a los que a su
vez acusó de haber mandado tirotear su automóvil y atentar contra su domicilio particular.
Además, para recibir el “cochupo” ofrecido a
través de un personero del alcalde, Celestino Ruiz tendría que comenzar a
escribir “notas positivas” acerca del trabajo del Ayuntamiento de Actopan y de
su titular. El periodista, en un acto de dignidad y a pesar de la precariedad
económica, se negó. Quince días después de ese vergonzoso episodio, lo
asesinaron.
Lo más indignante es que en el medio para el
que trabajaba y donde le pidieron dejarse corromper, ahora exigen “justicia”
para Celestino. Una prueba adicional de la vileza que caracteriza a empresarios
mediáticos de la calaña de José Luis Poceros que, valga decirlo, no es el único
que explota a sus trabajadores, literalmente, hasta la muerte.
Es esa otra violencia que depaupera, que
consume, que vulnera la estabilidad económica, emocional y familiar de los
periodistas mexicanos y, con especial énfasis, la de los veracruzanos. La que
roba la esperanza, carcome la dignidad y pone a prueba la entereza del más
sólido profesional cuando no hay pan que pueda llevar a su casa. Y a pesar de
lo cual, varios se mantienen en una sola pieza para cumplir con su labor de
manera decente, vertical.
En Veracruz, sin embargo, ante todos los
tipos de violencia contra los periodistas, los gobernantes prefieren sentarse a
la mesa con sus verdugos. No importa en qué sexenio esté usted leyendo esto. Pero
el actual, por supuesto, no es la excepción.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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