UN ESTADO URGIDO DE SOLUCIONES, NO DE PRETEXTOS
Fotografía: archivo |
¿Qué habría pasado si los resultados
electorales de 2018 hubiesen sido distintos a los que finalmente se registraron?
Ésta es una pregunta que se ha escuchado recurrentemente en Veracruz en los
últimos días, a raíz de la escalada de violencia en el territorio estatal.
Si el gobernador fuera otro, ¿las condiciones
de seguridad serían distintas? ¿Se habrían detenido las ejecuciones y
enfrentamientos? ¿Los feminicidios estarían a la baja? ¿Tendría Veracruz orden
y gobernabilidad? Son ésas otras de las interrogantes que han aparecido en los
intercambios públicos y privados entre quienes critican la inoperancia de las
actuales administraciones estatal y federal, y los que defienden sus “buenas
intenciones” para hacer bien las cosas.
Por supuesto, son preguntas sin respuesta
posible. Lo que habrían hecho o dejado de hacer los otros aspirantes a la
gubernatura nunca lo sabremos. Quien está al frente del Poder Ejecutivo del
Estado es Cuitláhuac García Jiménez, cuyo partido, Morena, tiene la mayoría
–porque decir que lo controla es demasiado- en el Congreso local. Por lo menos
aparentemente, cuenta con las herramientas políticas e institucionales para
conducir el destino de la entidad.
Sin embargo, a casi cinco meses de haber iniciado
sus funciones el régimen de la “4T”, Veracruz es una calamidad. Se vive una
situación de emergencia a causa de la violencia que las autoridades han sido
incapaces ya no digamos de contener. Ni siquiera han enfrentado su propia responsabilidad,
pues reparten culpas o bien evitan salir a dar la cara.
Tanto el presidente Andrés Manuel López
Obrador como el gobernador Cuitláhuac García Jiménez sabían –o tendrían que
haberlo hecho- a lo que se enfrentarían una vez que ocuparan los cargos que
nadie los obligó a buscar. ¿O acaso creían que gobernar era continuar
recibiendo vítores en las plazas públicas colmadas de simpatizantes eufóricos y
acríticos? ¿Que el país y el estado resolverían sus enormes dificultades por
obra y gracia de lo que dijera su “dedito”?
Los hechos sangrientos de la última semana
han terminado por desfondar lo que quedaba de la confianza en las autoridades
estatales, que claramente se han quedado muy lejos, a años luz, de las
expectativas de un estado urgido de soluciones y no de pretextos.
A los habitantes de Veracruz de nada nos
sirve que venga el presidente a echarle porras al gobernador y a alzarle el
brazo para intentar levantarlo de la lona, en lugar de atender a las víctimas
de la violencia que, por lo menos hasta el momento de escribir estas líneas, ni
su gobierno ni el del estado se han dignado a mirar.
Sí, sabemos que la violencia no la causaron
quienes tienen responsabilidades públicas apenas desde el pasado 1 de
diciembre. Y también estamos conscientes de que lo que han hecho para detenerla
ha sido insuficiente. Es menester que se tomen decisiones contundentes y que
quien tiene en sus manos esa atribución, el gobernador del estado, se asuma
como tal y cambie lo que sea necesario cambiar para que su administración no
naufrague.
También nos llegamos a preguntar en estos días
aciagos qué hubiesen hecho en esta situación gobernadores anteriores como Fidel
Herrera Beltrán o Miguel Ángel Yunes Linares –Javier Duarte no es parámetro más
que de saqueo-. Y la respuesta es que seguramente habrían hecho gala de su
olfato y colmillo político apersonándose con las víctimas y llamando a la
coordinación institucional para, por lo menos, intentar controlar los daños a
su imagen.
Y de verdad, no queremos llegar a extrañar a
semejantes sujetos.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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