LA SOGA AL CUELLO
Fotografía: Yerania Rolón/ AVC Noticias |
La tragedia de este fin de semana en la
ciudad de Minatitlán desnudó la pequeñez y mezquindad de las autoridades
federales y estatales.
Ni una palabra de solidaridad con las
víctimas le mereció la masacre de 14 personas al presidente Andrés Manuel López
Obrador. Ni en sus redes sociales, donde de las citas bíblicas pasó a los
escupitajos verbales contra sus “adversarios”, ni en sus discursos y
entrevistas en la ciudad de Veracruz, a donde acudió al acto protocolario por
el 105 aniversario de la defensa del puerto.
Como siempre, el titular del Poder Ejecutivo
federal buscó en el pasado las razones de la violencia que no ha sido capaz de
contener y azota no solamente a Veracruz, sino al país entero. “Nos entregaron un
país en crisis, un cochinero”, dijo López Obrador a su arribo a la entidad el
pasado domingo, tras más de 30 horas de silencio absoluto sobre el tema.
“Todo esto es fruto podrido, se heredó
de la aplicación de una política económica antipopular y entreguista. Lo único que les importaba era
saquear. (…) Todavía
tenemos que enfrentar esa herencia, ese cochinero, pero vamos a limpiar el
país. Va a haber justicia, me canso ganso”, subrayó el presidente
durante el acto oficial con la Marina.
Sin duda, la inseguridad y la violencia no son
fenómenos recientes. Son el resultado de varios años de colusión entre
autoridades y delincuentes, de políticas públicas fallidas y erróneas –muy similares
a las que el nuevo gobierno pondrá en operación-, y de una espiral de
descomposición que ningún gobierno, de ningún nivel, se ocupó por atender. Eso es
absolutamente cierto, y de ello tienen responsabilidad los gobernantes que han
estado antes en esos cargos, del partido que fueren.
Empero, eso no exime ni al presidente Andrés
Manuel López Obrador ni, en este caso particular, al gobernador de Veracruz,
Cuitláhuac García Jiménez, de sus propias responsabilidades. Ni esconde una
cada vez más evidente incapacidad. No solo para hacer frente a los problemas
del país y del estado, sino para realizar un ejercicio mínimo de autocrítica
acerca de lo que a todas luces se está haciendo mal.
Baste ver la respuesta en sus redes del
gobernador veracruzano y de su secretario de Gobierno, Eric Patrocinio
Cisneros, a la violencia en Minatitlán: en lugar de llamar a la coordinación
entre las instituciones encargadas de la seguridad y la procuración e
impartición de justicia, politizaron la desgracia para mantener vivo el pleito
con el fiscal Jorge Winckler quien, guste o no, es quien está a cargo de ese
organismo. Confrontación a la que se subió el propio López Obrador al criticar la
filiación política del funcionario. Como si Veracruz estuviera para esas
banalidades.
Por desgracia, lo único que están calculando –todos,
pues los pan-yunistas y sus corifeos están en las mismas, lucrando con la
tragedia- es la ganancia política. Los únicos daños que están buscando
controlar son los que han recibido en términos de imagen tanto el gobernador
García Jiménez como el presidente López Obrador, al acusar que la oleada de violencia
es para “desestabilizar” a los gobiernos de la “cuarta transformación”. El dolor
de la gente les importa un cacahuate. Lo que les preocupa es que disminuyan la
popularidad y, por ende, el apoyo incondicional al régimen.
Tanto así, que el presidente aseguró este
lunes desde Veracruz que en seis meses mejorarán las condiciones de seguridad
en el país. ¿Cómo lo hará? ¡Fácil! Fortaleciendo los programas sociales –o sea,
a través del clientelismo-, con la operación de la Guardia Nacional –militarizando
la seguridad, estrategia que ha demostrado su ineficacia- y con “cero
corrupción” en los gobiernos –aunque en el de Veracruz los “jerarcas” de la 4T
tienen en nómina a montones de familiares-.
Ya sabemos cómo le fue al último que prometió
acabar con la violencia en seis meses en Veracruz. Él solo, se puso la soga al
cuello.
Fotografía: Gobierno del Estado de Veracruz |
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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