LA NOSTALGIA POR EL PODER


Ningún político está preparado para dejar el poder. Así lo haya ejercido acotado, con limitaciones propias de las circunstancias en que le haya tocado hacer uso (y abuso) del mismo, el embeleso de tener la potestad de decidir sobre el rumbo de un país, un estado o hasta el más pequeño de los municipios, sobre vidas y haciendas, es como una droga cuya adicción puede obnubilar el cerebro más lúcido. Y si el político en cuestión es de pocas luces, peor aún.
En la historia de México, ha habido muchos ejemplos de políticos que ejercieron un poder pleno, exorbitante, sin límite, durante sus mandatos. Para no irnos muy atrás, podemos nombrar a los expresidentes Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari, o aquí en Veracruz, al ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, quienes además pretendieron extender su poder más allá de sus respectivos periodos. Tarde aprendieron que el sistema en México se perpetúa a sí mismo, y no a sus artífices.
Pero una característica en común en muchos de ellos es que, al acercarse la hora del fin, antes de caer en la orfandad política y entregar el poder, pretenden hacer obras, realizar acciones y tomar decisiones que los “inmortalicen” en las páginas de la historia.
Uno de los casos más recordados es el de López Portillo, quien a tres meses de dejar la Presidencia nacionalizó la banca, en medio de una incontrolable fuga de capitales y una devaluación, que ni qué, histórica.
Guardando las debidas distancias, el presidente saliente de México, Felipe Calderón Hinojosa, padece ya de esa inevitable nostalgia por el poder, al que llegó sin legitimidad y del que se irá en medio del repudio de la mayoría de los mexicanos, luego de bañar en sangre al país, por más que sus aplaudidores quieran ensalzarlo todavía (porque cuando se vaya ni ellos lo defenderán).
El caso es que Calderón, a menos de 10 días de entregar la Presidencia, sale con disparates como pretender cambiar el nombre oficial del país, o visita los estados para inaugurar obras inconclusas como el libramiento de Xalapa. Todo porque su nombre aparezca en un libro, en una placa conmemorativa.
Pero nada de lo que haga ya lo salvará del juicio, implacable, irreversible y lapidario, de la historia.

NUEVA EMBESTIDA

Envalentonados por su regreso a Los Pinos, los priistas sigue queriendo poner diques a la libertad de expresión, particularmente en las redes sociales. Para muestra, en el Congreso de Veracruz se aprobó una reforma al artículo 327 del Código Penal que penaliza la “difusión de información falsa” a sabiendas de que ésta lo sea.
Como no hay manera de comprobar que “el sujeto activo del delito sepa que el hecho es falso y lo difunda por cualquier medio y quiera causa un daño”, como establece el reformón, queda a interpretación de las autoridades y jueces la aplicación de este ordenamiento, que a todas luces inhibe la libertad de expresión.
Ya se anuncia una acción de inconstitucionalidad contra esta reforma. Veremos si la sustancian debidamente y no se queda en otra pantomima de la oposición en el estado.

Twitter: @yeyocontreras

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