VIENE LO PEOR
Fotografía: Fernando Llano/ AP |
Mientras la entrada a la Fase 3 de la
emergencia sanitaria por Covid-19 es inminente, el sistema público de salud se
enfrenta a un conflicto que pone en gran riesgo su capacidad para hacer frente
a lo que se viene: la carencia de insumos de salud y protección para el
personal médico.
Cada vez hay más quejas y denuncias –tanto
anónimas como abiertas- acerca de las condiciones de precariedad en las que
médicos, personal de enfermería, asistentes e incluso trabajadores
administrativos de centros públicos de salud de todo el país tienen que
trabajar en estos momentos de emergencia, mismas que ponen en peligro no
solamente la salud de los pacientes de Covid-19 –y de todas las demás
enfermedades que requieren hospitalización-, sino la propia.
No por nada, se han reportado en varias
ciudades del país brotes de contagio por el coronavirus de hasta decenas de
médicos en un solo hospital, mientras que también se ha confirmado la muerte de
algunos más tras dar atención a otros pacientes.
Si esto sucede no es por otra cosa sino
porque no cuentan con los insumos necesarios básicos para su propia protección,
como los cubrebocas N95 especiales para atención hospitalaria, e incluso se
enfrentan a la ausencia de protocolos unificados y hasta de capacitación para
enfrentar una emergencia inédita como la que sucede en este momento, lo cual ha
dado pie a varias protestas del personal hospitalario de instituciones como el
IMSS, el ISSSTE y los servicios estatales de salubridad.
Es el caso de Sector Salud en el estado de
Veracruz, donde hasta hace menos de diez días se continuaba obligando al
personal administrativo en su totalidad a presentarse a laborar en oficinas
centrales, sin mayores medidas de prevención de contagio que algún dispensador
de gel antibacterial ni “sanas distancias”. Todo con tal de seguir el (mal)
“ejemplo” presidencial de no evitar el contacto público.
A las malas condiciones para desempeñar su titánica
labor, hay que agregar que el personal médico también está enfrentando
–increíblemente- la incomprensión, la discriminación y la histeria desatada
entre la población, que lo mismo los agrede física y verbalmente cuando fallece
algún paciente, los intimida para que no regresen a sus hogares tras sus
jornadas de trabajo y hasta amenaza en turba con quemar centros de salud que
reciban enfermos de Covid-19.
Pero éste no es siquiera el peor de los
escenarios. En palabras del subsecretario de Salud Hugo López Gatell, el
principal reto de la Fase 3 será contar con suficiente espacio, camas,
personal, ventiladores y monitores para atender al número de contagiados, que de
manera inevitable se incrementarán exponencialmente.
Lo anterior no es materia especulativa: ahora
mismo el gobierno despliega la reconversión hospitalaria a marchas forzadas,
habilitando estacionamientos, auditorios e instalaciones deportivas para
recibir al gran número de enfermos que se estima arroje la fase de propagación
más intensa del virus, que hasta el corte de este 15 de abril ya ha dejado en
México 449 muertos y cinco mil 847 contagios de manera oficial. Aunque ya es
sabido que el estimado real de esas cifras debe multiplicarse por ocho, por lo
menos.
Viene lo peor. Y no hay certeza de que,
sociedad y gobierno, estemos preparados para eso.
Vileza
Y en tanto el país enfrenta el desafío más
importante de su historia reciente, el presidente de la República no deja la
politiquería e intenta de nueva cuenta aparecer en las boletas de las
elecciones intermedias de 2021, ante la caída estrepitosa de su partido en las
simpatías ciudadanas.
Un acto de vileza extrema que lo desnuda y
exhibe su verdadera dimensión política e histórica.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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