ADMINISTRAR LA MISERIA
Fotografía: archivo |
Los “honestísimos” funcionarios de la mal
llamada “cuarta transformación” fueron incapaces de darse cuenta del desastre
que se venía en materia energética a nivel mundial.
Tan solo la semana pasada, las agencias calificadoras
Fitch Ratings y Moody’s degradaron la nota crediticia de Petróleos Mexicanos
hasta lo que se conoce como “bonos basura”, debido al deterioro de sus
operaciones financieras, a su elevado e incosteable endeudamiento, a que a
pesar de que el negocio de la refinación continuará registrando pérdidas el
gobierno ha decidido expandirlo y por supuesto, a la recesión en la industria
del petróleo en todo el orbe.
Este lunes, dicha recesión tocó fondo: los
precios internacionales del barril de petróleo se desplomaron de manera
histórica, hasta el grado de tocar números negativos. La Mezcla Mexicana fue
arrastrada al abismo.
Al cierre de la jornada de este mismo lunes
20 de abril, el barril de crudo mexicano no valía nada, literalmente. Se cotizó
en -2.37 dólares, con lo que no solo no genera ganancia alguna para las
finanzas del país, sino que su extracción y almacenamiento representa pérdidas
millonarias, al grado que ahora hay que pagar para que alguien se lo lleve.
Todo esto tenía que haberse previsto. Desde
hace semanas los precios del petróleo han ido a la baja como resultado de las
escaramuzas comerciales entre los grandes productores como Arabia Saudita y
Rusia, que hace unos días buscaron, vía la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP), un acuerdo para detener la caída mediante de la reducción de
la producción mundial.
En un lance suicida, México –a través de la
impresentable secretaria de Energía Rocío Nahle- se negó a reducir su
producción en los niveles acordados por la OPEP y se refugió ni más ni menos
que en el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para que ese país
absorbiese los 300 mil barriles diarios de crudo que el gobierno mexicano
rechazó disminuir, sin que hasta la fecha exista claridad sobre qué fue lo que
se ofreció a cambio.
Lo que sí es muy claro es que esos 300 mil
barriles que el régimen y sus aduladores celebraron como una gesta heroica al
nivel de la batalla de Puebla, hoy no solo no valen nada, sino que al país
producirlos le genera pérdidas. Las cuales quizás se vean levemente mitigadas
por los precios de garantía estipulados con antelación, durante los gobiernos
“neoliberales”, pero que ni de cerca cubrirán el inmenso boquete que esto le
genera a las finanzas nacionales.
Y es que el gran problema es que el petróleo
no solo es –o quizás, era- el principal generador de recursos financieros del
país, sino que el actual gobierno apostó toda su estrategia de desarrollo en
una industria que de por sí ya va de salida, derrochando una brutalidad de
dinero en la construcción de la refinería de Dos Bocas en Tabasco, que si antes
de esta crisis ya era un proyecto cubierto de obsolescencia, ahora ha quedado
reducido a chatarra y debería detenerse de inmediato para en su lugar invertir esos
recursos en energías limpias, en tecnología, en turismo y en este momento en
particular, en el sistema nacional de salud.
Eso difícilmente ocurrirá. No cuando quien
toma las decisiones tiene una mentalidad anclada en la década de los 70 del
siglo XX, con ideas de 1938 y un discurso decimonónico.
Este escenario es sin duda alguna mucho peor
que el vivido en 1982, cuando México pasó de “administrar la abundancia” de sus
yacimientos petroleros a enfrentar una de las peores crisis económicas de su
historia por una caída en los precios internacionales del crudo que ni se
acerca a la de hoy en día. Aquella fue de 20 por ciento; la actual, de 116.52
por ciento.
Y como en los tiempos del otro López, lo que habremos
de administrar es la miseria.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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