“CHUPADUCTOS”, OTRO PROBLEMA QUE SE DEJÓ CRECER
Fotografía: archivo |
Una
de las “modalidades” que los grupos delincuenciales han usado desde hace varios
años para obtener millonarias ganancias, es la del robo de combustible a través
de tomas clandestinas en los ductos de Petróleos Mexicanos que atraviesan el
país.
Entre
2009 y 2016, las pérdidas estimadas por la hoy llamada Empresa Productiva del
Estado a causa de esta actividad ascienden a 159 mil 957 millones de pesos, de
los cuales, 100 mil millones corresponden al actual sexenio federal.
De
acuerdo con el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), la
potenciación de este delito se debió a que de ser cometido en un principio solamente
por bandas locales, pasó a ser una actividad preponderante del crimen
organizado, que también le imprimió su sello de violencia desmedida.
Ello
ha quedado totalmente de manifiesto en los hechos de violencia suscitados en
los últimos días en la frontera entre los estados de Puebla y Veracruz, donde
los ladrones de combustible, conocidos en la vecina entidad como
“huachicoleros”, se enfrentaron a elementos del Ejército, siendo las fuerzas
castrenses las que sufrieron la mayor parte de las bajas.
Esto
fue así porque, como sucede también con el tráfico de drogas, el crimen
organizado ha involucrado a comunidades enteras en su actividad ilícita, al
grado de que mujeres y niños fueron usados como escudos humanos para inhibir la
acción de los militares, mientras los delincuentes arremetían en su contra.
Y
ésta es quizá la clave del problema. Ante la ausencia de oportunidades para sobrevivir,
estas comunidades aceptan cobijar a los grupos criminales y hasta participar en
sus actividades porque de lo contrario, se mueren de hambre. Esa “base social”,
por llamarla de algún modo, le permite a las bandas delincuenciales moverse con
libertad por los territorios en los que actúan y que controlan, colocando en
franca desventaja a las fuerzas de seguridad a la hora de ir por ellos.
También
hay que señalar que no se trata de algo nuevo. Desde hace décadas, en Veracruz
es conocida la operación de los “chupaductos” en prácticamente todo el
territorio estatal, por el que atraviesan ductos de Pemex de norte a sur.
Incluso, se han registrado múltiples accidentes por esta causa, que le han
costado la vida a varios ladrones de combustible, pero también a muchos
inocentes que ni la debían.
El
problema es que este fenómeno, como todos los demás de la esfera criminal, se
dejó crecer. Nunca se tomaron acciones contundentes para frenar esta actividad
delincuencial, por diferentes motivos. Entre otros, porque el robo de
combustible no sólo le deja ganancias a quienes lo venden, sino también a
quienes lo compran a un precio mucho menor que el del mercado.
Esto
incluye a los empresarios transportistas, a dueños de taxis y a todos los que
de una u otra manera forman parte de ese sector y han aprovechado la
oportunidad de obtener ganancias, sin importar que sean ilícitas, a los ojos de
las autoridades de todos los niveles, que han preferido voltear la vista a otro
lado, cuando no también le entraron al “negocio”.
Como
siempre ocurre en México, no fue sino hasta que estalló una crisis como la de
los “huachicoleros” que la autoridad, más por obligación que por convicción,
decidió tomar cartas en el asunto. Y como en el caso del narcotráfico, los
resultados de esa iniciativa se antojan inciertos, si no es que con amplias
posibilidades de ir directo al fracaso.
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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