UN POBRE GOBERNADOR
Fotografía: Víctor Hugo Moreno |
El
todavía gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, no quiere darse cuenta
de lo evidente: está solo y a la deriva.
La
andanada que desde los medios de la Ciudad de México se lanzó sobre el
mandatario veracruzano saliente, en la que él, su familia y sus colaboradores
están siendo exhibidos como presuntos responsables de desvíos de recursos y
enriquecimiento ilícito, no es casual y va más allá de lo que él considera una
“estrategia” de quien será su sucesor en la gubernatura, Miguel Ángel Yunes
Linares.
Al
mismo tiempo que los medios lo tunden, desde Los Pinos le mandan señales claras
de que ha caído de la gracia y que van por él. Ni siquiera por un ánimo real de
hacer justicia, sino porque alguien tiene que pagar los platos rotos del 5 de
junio. Y en Veracruz se quebró la vajilla entera.
En
uno de los frentes, la Procuraduría General de la República por fin comenzó a
darle cauce a las denuncias por peculado contra el gobierno de Duarte presentadas
no únicamente por Yunes Linares, sino por la Auditoría Superior de la
Federación, de donde necesariamente tendrían que derivarse en breve órdenes de
aprehensión contra numerosos integrantes del gobierno de la supuesta “prosperidad”,
que sólo llegó para ellos.
Entre
tanto, en el PRI le preparan la “cama” al duartismo para darle el tiro de
gracia con una defenestración política histórica. Mientras el proceso para
expulsar a Javier Duarte del partido avanza a gran velocidad, el dirigente
nacional priista, Enrique Ochoa Reza, ha reforzado su discurso contra la
corrupción y paró en seco la intentona de este grupo por hacer del Comité
Directivo Estatal tricolor un reducto para refugiarse.
En
ambos casos, ni la PGR ni el CEN del PRI actúan por su cuenta o por una
ocurrencia. Detrás de sus actos está una instrucción presidencial, mucho muy
tardía, para sacudirse el lastre de un gobernador que a pesar de toda la
evidencia en su contra, aún se atreve a utilizar los instrumentos del Estado
para clamar por una inocencia en la que absolutamente nadie cree.
Tras
revelarse este miércoles que las investigaciones de la PGR se extendieron a la
familia del gobernador y a la de su esposa -la gran usufructuaria de las mieles
del poder y de los negocios sexenales-, por la tarde Javier Duarte hizo pública
una supuesta declaración patrimonial en la que admite que sólo es poseedor de
dos modestas casas compradas antes de que entrara a la política, de joyas y
monedas por más de dos millones de pesos “donadas” por la familia de Karime
Macías, alguna obrita de arte y cuentas bancarias que serían el hazmerreír de
Carlos Hank González. Todo, con ingresos anuales por dos millones 272 mil 54
pesos, poco más de 189 mil pesos mensuales, a pesar de que su salario como
gobernador, según los tabuladores oficiales dados a conocer por su mismo
gobierno, es de 74 mil 938 pesos al mes. Un insulto a la inteligencia de los
veracruzanos.
Nada
dijo Javier Duarte del lujoso departamento de la Torre Pelícano en Boca del
Río. O del piso en La Castellana en Madrid. O del departamento en Nueva York.
Seguramente, se los “prestan” sus “amigos” cuando anda por ahí, veraneando.
Pero
quien lo conoce sabe que Javier Duarte ni remotamente es un gobernador pobre.
Es, eso sí, un pobre gobernador.
Va, la Ley Antiaborto
Este
jueves, la LXIII Legislatura del Estado de Veracruz aprobará en segunda vuelta
la reforma al artículo 4 de la Constitución local para “proteger la vida desde
el momento de la concepción” y con ello abrir la puerta a la criminalización de
las mujeres veracruzanas que se practiquen un aborto, pasándose por el “arco
del triunfo” los tratados internacionales suscritos por México en sentido
contrapuesto.
Los
diputados locales no se quieren quedar atrás. Como la administración estatal,
quieren ser la peor Legislatura de la historia de Veracruz.
Email:
aureliocontreras@gmail.com
Twitter:
@yeyocontreras
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