VERACRUZ Y SU DECENA TRÁGICA



La desgracia volvió a enlutar el hogar de una familia veracruzana. Después de seis días sin saber de su paradero, el cadáver del periodista Gregorio Jiménez de la Cruz, secuestrado el pasado 5 de febrero en la congregación de Villa de Allende, municipio de Coatzacoalcos, fue hallado en una fosa junto con otros dos cuerpos sin vida.
Luego de una agónica espera y de una abrumadora muestra de solidaridad de parte del gremio periodístico dentro y fuera de México, que pasó todo el fin de semana exigiendo a las autoridades federales y estatales el retorno de Gregorio, la realidad de violencia criminal de Veracruz acabó con la esperanza de encontrarlo vivo.
Gregorio Jiménez de la Cruz es el décimo reportero asesinado en los tres años dos meses que van del gobierno de Javier Duarte de Ochoa, que ha resultado ser letal para la actividad periodística, el peor en la historia reciente de Veracruz.
Ni la actuación de más de mil elementos de las fuerzas de seguridad federales y estatales, ni el clamor del miles de voces en las redes sociales y las calles del país logró que se evitara el asesinato de Gregorio. Veracruz es un estado sin ley, tierra de nadie.
El desatino con que se gobierna Veracruz causó una víctima más. Porque si bien no fue el gobierno quien se llevó y mató a Gregorio, sí es el responsable de que amplias franjas del territorio estatal, como Villa Allende, sean dominio absoluto de grupos criminales. La omisión también cuenta para señalar culpabilidades.
El gobierno veracruzano y sus altos funcionarios cargan ya con una nueva muerte en sus conciencias. ¿Con qué cara saldrá el gobernador Duarte a decir que Veracruz es un estado seguro? ¿Cómo podrá Arturo Bermúdez ufanarse de que sus policías son confiables, preparados y certificados, cuando no pueden encontrar durante seis días a una persona secuestrada, a pesar de haber montado un enorme operativo, máxime que ésta se encontraba a pocos kilómetros de donde fue raptada?
Nada de eso les importa. No bien estaba la Procuraduría de Justicia del Estado dando el parte oficial de la muerte de Jiménez de la Cruz, cuando ya había dictaminado que el homicidio se debió a una venganza personal que no tenía que ver con su actividad profesional.
Sin embargo, desde un principio se mencionó que la principal indiciada en este caso amenazó a Gregorio a raíz de una nota que éste publicó. Además, también manejó una nota sobre el rapto de Ernesto Ruiz Guillén, alias “El Cometierra”, secretario de la CTM en Villa de Allende, cuyo cuerpo fue encontrado en la misma fosa que el de Jiménez de la Cruz, según reportan fuentes de la investigación.
En su inmensa estulticia, el gobierno de Veracruz quiere seguir con el cuento de que se puede ejercer el periodismo con libertad en la entidad, con absoluto cinismo.
Y para ello salieron desde hace unos días –y seguro en los que vienen los veremos con más fuerza– los amanuenses del régimen a difundir la especie del crimen por rencillas personales y los intentos por desacreditar la integridad personal del malogrado periodista, de quien sus compañeros y familiares dieron fe de su modo honesto y humilde de vida.
Desde que tomó el poder, Javier Duarte siempre hizo patente su desprecio hacia los periodistas. Tres años después, quizás se sienta satisfecho. Ya lleva diez de ellos muertos. Ya tiene su decena trágica.

Twitter: @yeyocontreras

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