PINCHES Y MISERABLES MEDIOS
Fotografía: tomada de Palabras Claras |
El pasado miércoles, en el centro de la
ciudad de Xalapa una persona sufrió lo que después se supo fue una especie de
crisis psicótica, condición que la llevó a actuar de manera descontrolada y
fuera de sus cabales en la vía pública.
Precisamente por eso último, al tratarse de
un suceso ocurrido en la calle, llamó la atención de los reporteros que
llevaban a cabo su cobertura de trabajo rutinaria en esa zona de la capital
veracruzana, cuyos cafés y restaurantes son escenario cotidiano de ruedas de
prensa, además de que ahí mismo se encuentran las sedes del Ejecutivo estatal y
del Ayuntamiento. Es pues, un cuadro densamente transitado y visitado por miles
de personas diariamente.
De acuerdo con los reportes de periodistas
que estuvieron en el lugar de los hechos y dieron cobertura a la crisis sufrida
por esta persona -una mujer que ronda aproximadamente unos 30 años de edad-, se
presentó en uno de los cafés donde se celebraba una conferencia de prensa y
gritó algo así como “violación”. Como suena lógico, los reporteros se
dirigieron hacia ella para saber qué sucedía, lo cual forma parte de su labor
informativa.
Luego de ello, pasó lo que al menos en Xalapa
fue bien conocido: en su crisis, esta persona deambuló en medio de la principal
arteria del centro de la ciudad, llena de vehículos para ese momento. También
entró a un templo católico, la catedral, donde se quitó parte de su
indumentaria, entre otras acciones que también llamaron la atención de una
buena cantidad de morbosos, que comenzaron a fotografiar y transmitir en vivo
en sus redes sociales –sin que eso fuera parte de su trabajo- a la mujer
afectada.
Como sí era su obligación, los reporteros
continuaron cubriendo e informando al momento sobre lo que estaba pasando. Y
para entonces también comenzaron a cuestionarse dónde estaban las autoridades
que deberían estar dando atención a una persona que, por los motivos que
fueren, causaba una alteración al orden público en las narices de los
burócratas estatales y municipales.
Los compañeros periodistas dieron cuenta de
que pasaron horas antes que se presentaran funcionarios públicos a ver lo que
estaba sucediendo, con todo y que desde un principio los informadores
gubernamentales apostados en la entrada del palacio de gobierno –conocidos en
el argot periodístico como “orejas”- estuvieron presentes, también tomaron
fotos y videos, a pesar de lo cual ninguno de sus superiores atinaba qué hacer.
Al cabo de ¡cuatro horas!, esta persona fue subida
a una ambulancia para recibir atención médica. En todo ese lapso, por su misma
condición, puso en riesgo su integridad física y la de quienes transitaban por
ahí, pues el descontrol de sus actos pudo llegar a provocar un accidente, que
por fortuna –pero no gracias a las autoridades- no ocurrió.
Pero, ¿qué cree? Resulta que por hacer su
trabajo, los reporteros fueron linchados en redes sociales, acusados –en muchos
casos, por los propios funcionarios que fueron incapaces de responder adecuada
y oportunamente- de faltar a la ética al exhibir a una persona que
“evidentemente” estaba afectada de sus facultades mentales.
Epítetos como el de “miserables” les fueron
endilgados y sobraron “expertos” que pontificaron –desde la comodidad de sus
oficinas con aire acondicionado- sobre cómo se debe realizar una cobertura
periodística en situaciones de crisis. Y todavía peor, generalizando, como si
todos los medios hubiesen reportado los hechos de la misma manera.
Sin duda, la cobertura de ese hecho pudo ser
mejor y los reporteros ser más cuidadosos para no exponer innecesariamente a la
persona que sufría un colapso que, contrario a lo que se dice, no era evidente
como tal al principio. Sin embargo, los que dejaron pasar cuatro horas para
controlar la situación no fueron los comunicadores.
Siempre resultará más fácil acusar a la
prensa de “amarillista”, de “irresponsable” y de “carroñera”, que aceptar la
propia incompetencia en el servicio público. De preferencia, sin distinción.
Porque para ellos, somos los “pinches medios” que “acosaban” a Arturo Bermúdez,
y el “hampa periodística” que no le da concesiones a una “cuarta
transformación” que cada vez se parece más a lo que antes padecimos.
Pero cuando matan a un periodista, esos
mismos que lo llamaron “miserable” se rasgan las vestiduras, salen a las plazas
a protestar y exigen respeto a la libertad de expresión. De preferencia, si el
que gobierna es un partido diferente al de sus simpatías.
El objetivo de esas inquisiciones fue cubrir
lo que sí resultó evidente: la absoluta incapacidad de las autoridades de todos
los órdenes de gobierno en Veracruz –federal, estatal y municipal- para atender
la mínima crisis que les estalle, aún si eso ocurre frente a sus puertas. Ni un
protocolo, ningún plan de atención o contingencia. Nada.
Si no pueden con esto, imagínese con la
delincuencia organizada. Pero los “pinches” y “miserables” son, somos, los
periodistas.
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
SALUDOS DESDE MORELIA MICHOACÁN, SEGUIR PARA ADELANTE QUE SI HABLAN SENCILLO SON REPRIMIDOS QUE LO MEJOR ES CORRER Y CRITICAR.- ABRAZO SOLIDARIO A LOS REPORTEROS
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