LA PODREDUMBRE AHÍ SIGUE
Fotografía: Gobierno del Estado de Veracruz |
El relato que sobre su secuestro en la ciudad
de Córdoba, Veracruz, publicó el fotógrafo estadounidense John Sevigny además
de helar la sangre, representa un contundente testimonio de que el mal sigue
dentro de las propias instituciones policiacas en el estado.
En su relato, publicado en un portal
norteamericano, Sevigny asegura que el pasado 8 de enero, él y una amiga suya
fueron plagiados por un comando armado en Córdoba, siendo ambos sometidos a
torturas inenarrables. Ella, víctima además de repetidos abusos sexuales por
parte de sus captores.
“Nunca antes me habían golpeado con armas. Docenas de palizas con
docenas de armas. Y los puños. Y pies. Y las palabras. Armas en mi cabeza.
Armas en mis costillas. Armas en mi boca. Pistolas para juegos interminables de
la ruleta rusa. Pistolas tan pesadas como los martillos. ¿En qué testículo
quería que me dispararan, en el izquierdo o el derecho?
“Mi mandíbula no se mueve como debería y duele hasta el oído interno
cuando intento dormir. Eso vino de ser pateado en la cara por otro miembro del
cártel con botas de punta de acero, una patada que me tumbó algunos dientes
más. Los cortes en mis muñecas después de haber sido esposado demasiado fuerte
por mucho tiempo se están desvaneciendo. Pero las lesiones en mi psique están
empezando a aparecer”, narra John Sevigny en partes de su escrito publicado en
medium.com.
El fotógrafo, cuyo
trabajo profesional se centra “en las personas y su lucha por sobrevivir en un
mundo cada vez más cruel” –y el cual ha desplegado en países como El Salvador y
Guatemala sin sufrir ni un rasguño- refiere que la mañana del 8 de enero miraba
Twitter en su teléfono cuando “levanté la vista y vi a más de una docena de
hombres armados que parecían y actuaban sospechosamente como policías, entrando
por las puertas delanteras y traseras. De hecho, fueron, como me confirmó más
tarde un alto funcionario de la policía de Córdoba, agentes de policía de la
ciudad y del estado que trabajaban fuera de horario para un cartel de la droga”.
La crudeza de esta denuncia –hecha ya desde
los Estados Unidos- solo se compara con el cinismo del jefe policiaco aludido,
que según el testimonio del fotógrafo, después de haber sido milagrosamente
liberado con vida junto con su acompañante, le dijo que “no puedo controlar lo que hacen mis hombres cuando no
están trabajando”.
La historia de
John Sevigny y la mujer que junto con él fueron víctimas de la brutalidad ha
causado revuelo y le está dando la vuelta al mundo. Pero en Veracruz, donde se
denuncia que sucedieron estos actos barbáricos, no ha merecido
de las autoridades ni siquiera la cortesía de un “se va a investigar hasta las
últimas consecuencias”.
Todo Veracruz sabe que el corredor que va de
la zona de Córdoba a la de Orizaba y desemboca en los límites con el estado de
Puebla, vive una violencia extrema desde hace años, en la que siempre ha sido señalada
la colusión de las policías locales con el crimen organizado.
En esa región fueron secuestrados los jóvenes
que terminaron desapareciendo en un rancho en Tierra Blanca al final del
gobierno de Javier Duarte. Ahí fueron ejecutados menores de edad y
profesionistas en el bienio yunista. Ahí han desaparecido cientos, si no es que
miles, de personas en los últimos años. En todos los casos, entre los
protagonistas siempre hay policías.
La podredumbre siempre ha estado dentro del
sistema. Y por lo visto, ahí seguirá.
Fotografía: John Sevigny |
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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