EL BURDO SOMETIMIENTO
Fotografía: archivo |
La LXIV Legislatura al Congreso de la Unión
no podía haber tenido un peor comienzo que el de este miércoles, durante su
sesión de instalación.
En su primer acto de fuerza como mayoría
parlamentaria prácticamente absoluta, los 247 diputados federales de Morena
avasallaron a su tímida oposición en San Lázaro al grito de “es un honor estar
con Obrador”, ovación al Presidente electo de México que retumbó en el salón
del Pleno como en los mejores años del viejo totalitarismo presidencial y la
aplanadora del PRI.
Además de un grosero desplante de poder, la
actitud de los legisladores denota algo mucho más grave, pues va más allá de su
fuero personal: una actitud servil de quienes controlarán sin mayor contrapeso
el Poder Legislativo hacia quien, dentro de tres meses, asumirá formalmente la
jefatura del Ejecutivo.
Si algo caracterizó y fue la esencia del
autoritarismo del sistema político mexicano surgido a partir de la Revolución
Mexicana fue la nula autonomía de poderes, debido a la preponderancia que la
Constitución de 1917 le dio a la Presidencia de la República por encima del
Congreso de la Unión y la Corte, así como a otras atribuciones extralegales que
se le añadieron a través del ejercicio mismo del poder.
En su libro de 1972 “El sistema político
mexicano” –que al releerlo adquiere una asombrosa y temible vigencia-, el
reconocido intelectual Daniel Cosío Villegas identificó con gran lucidez las
bases que sostenían el que ya para entonces era un vetusto régimen: hablaba de
la “dictadura constitucional del Presidente”, en la que éste asume funciones de
jefe de Estado, jefe de gobierno y jefe de la administración, con una notoria
supremacía del Ejecutivo sobre el Legislativo y el Judicial, sin que se
previera la existencia de freno ni contrapeso alguno, y con un partido oficial que
sustituyó al caudillaje que caracterizó toda la vida independiente de México
hasta 1929.
Respecto de la relación de subordinación del
Legislativo al Presidente, Cosío Villegas señalaba que ésta podía explicarse en
el hecho de que la mayoría parlamentaria estaba compuesta por miembros del
partido oficial “cuyo jefe supremo es el Presidente de la República, aun cuando
formal o abiertamente no aparezca como tal”, y a cuya voluntad le debían la
posibilidad de continuar una carrera política.
Sin embargo, y con gran valor para la época,
Cosío Villegas sentenció que “el mexicano medio no aplaude cámaras de diputados
y senadores que creen llenar sus funciones con las ruidosas ovaciones que le
dispensan al Presidente de la República, pues semejante actitud significa
renunciar al papel de co-operadores del Ejecutivo y, si el caso llegara, el de
sus más severos críticos”.
Esa circunstancia de dominación absoluta del
partido hegemónico en el Congreso de la Unión terminó tras las elecciones
intermedias de 1997, cuando el PRI perdió la mayoría que históricamente había
tenido en la Cámara de Diputados, lo cual terminó de consolidarse con la pérdida
de la Presidencia en el 2000.
Sin embargo, 21 años después de que se ganara
la pluralidad legislativa y a 18 de la primera alternancia partidista en el
Ejecutivo federal, este 29 de agosto de 2018 presenciamos en la Cámara de
Diputados un espectáculo que más bien nos devuelve a los escenarios que se
observaban hace 50 años.
Fotografía: El Economista |
Que lo primero que hicieran los nuevos
legisladores federales fuera lanzar vítores en el salón de Plenos a quien ya
ejerce como presidente de facto no es muy diferente a lo que pasó el 1 de
septiembre de 1969, cuando los legisladores de aquella época estallaron en
aplausos para el presidente Gustavo Díaz Ordaz, al asumir éste “íntegramente la
responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica” por la
matanza de estudiantes en Tlatelolco un año antes.
El burdo sometimiento es idéntico. Representa
una brutal regresión política que, citando de nuevo a Cosío Villegas, podría
resumirse en que “el mexicano, por lo visto, ha acabado por creer que ha caído
en desuso la independencia de criterio, sin contar con que una experiencia
larga y hasta ahora no desmentida enseña que la sujeción es mucho más lucrativa
que la independencia”.
Parece que hubiera sido ayer. Hasta se
repiten varios actores de aquellos elencos.
Fotografía: especial |
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
Mucha razón tiene Usted, estimado periodista. Estos morenos no entienden aún, que son otro poder. Esperaría que la curva de aprendizaje no sea prolongada, dado que son 1095 días en su encargo.
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